Salvador Tomás ha sido piloto militar y comercial, jefe de seguridad del aeropuerto de Valencia. Autor , entre otros, del libro  «Actuaciones y Limitaciones Humanas en Aviación Civil»  junto con nuestro compañero Angel Blanes Espí.Fue mediador del secuestro cometido por un perturbado en 1998 en Manises.Tras 52 años en el mundo de la aviación y de 15.000 horas de vuelo ha escrito «El secuestro aéreo«. La Fundación Aérea de la Comunitat Valenciana presentó el libro el pasado  jueves 19 de Noviembre   en el salón de actos del aeropuerto de Manises en Valencia.


 
Esta es la entrevista realizada  por RAMÓN FERRANDO VALENCIA y publicada en LEVANTE.
¿Cuál fue el primer secuestro aéreo de la historia?
Ocurrió en el siglo XIX. Un hombre armado con una espada saltó a la barquilla de un globo porque quería volar. El primer secuestro a un avión fue en Perú en 1931. Un coronel se hizo con el aparato para lanzar octavillas sobre Lima en apoyo de su revuelta.
¿Cuántos casos ha estudiado?
He investigado durante tres años las claves de setecientos secuestros aéreos. En la historia de la aviación se han producido 1.200. He analizado los de la II Guerra Mundial, los típicos de la piratería aérea o los derivados del conflicto palestino-israelí.
¿Cuál ha sido el secuestro más grave en la Comunitat Valenciana?
El de Manises del 23 de junio de 1998, que viví en primera persona. Era el jefe de seguridad del aeropuerto y estuve negociando con el secuestrador durante una hora y media hasta que llegaron las autoridades.
¿Cómo fue?
Era un avión de Iberia que venía de Sevilla y tenía destino en Barcelona. Un pasajero que pensábamos que era un terrorista quiso desviarlo a Tel Aviv. El comandante le convenció de que no tenía suficiente combustible y tomaron tierra en Valencia. Duró 4 horas. Al final liberó a los 124 pasajeros y 7 tripulantes.
¿Qué fue lo más complicado?
El piloto nos informó de que había tres secuestradores. No es lo mismo enfrentarse a un grupo terrorista que a un demente. Resultó ser un perturbado con una hermana juez y un hermano médico. Él era profesor de instituto. Su hermano nos dijo: «Al final lo ha hecho». Su psiquiatra logró convencerle para que se rindiera. Salió del avión diciendo: «Se me han cruzado los cables».
¿Cuál ha sido el más complicado de resolver en España?
Todos los secuestros tienen su grado de peligrosidad. En España hemos tenido 21 casos. Algunos aviones han estado varios días retenidos. Quizá el más complicado ocurrió en 1977. Era un avión de Lufthansa que salió de Mallorca y fue tomado por miembros de la banda alemana Baader-Meinhof. Llegaron a Dubai.
¿Por qué han sido los secuestros en España?
En el 19% de los casos los autores eran perturbados. La mayoría han sido por motivaciones políticas, pero hay que tener en cuenta que cualquier secuestrador se encuentra en un estado de perturbación paranoide. No significa que sea un loco, pero su mente está alterada en ese momento. Lo más peligroso de un secuestrador es que no controla sus acciones.
¿Cuál es la clave de un secuestro?
Cada secuestro es una situación única e irrepetible. Hay unos patrones que pueden servir. Es fundamental saber a qué tipo de secuestrador te enfrentas. Un secuestro siempre coloca al avión en una situación de máximo peligro y hay que prevenirlo.
¿Qué método es el más habitual?
La amenaza de bomba. Ahora lo tiene mucho más difícil. Las medidas de seguridad actuales hacen que sea casi imposible introducir un explosivo en un avión. Mayoritariamente son amenazas falsas. El problema es que el mediador no sabe si es real.
¿En qué época hubo más secuestros?
En los setenta. Era una época terrible con cien secuestros al año. Ahora prácticamente ya no hay. Lo tienen muy difícil. La media anual es de dos secuestros al año. La mayoría en países con baja seguridad.
Todo cambió con el ataque a las Torres Gemelas.
Los secuestros fueron clásicos. Parece mentira que se les colaran los terroristas a los americanos. Los terroristas descubrieron que podían utilizar el avión como arma.
¿Cómo debe actuar un rehén?
No debe destacar, tiene que pasar desapercibido, no mirar a los secuestradores y no tratar de hacer de intermediario.